Los niños nacen motivados para aprender

Una vez imaginé una escuela donde la maestra del jardín de infantes sería lo suficientemente sensible e inteligente como para permitir a un niño correr detrás de una colorida mariposa que se había extraviado en el aula. Esa maestra podría utilizar la mariposa como una bonita excusa para explicar formas y colores, proporciones, aerodinámica, gravedad y simetría (entre otros principios básicos de matemáticas y física) de una forma natural y comprensible. Y podría pedir a los niños hacer un dibujo del insecto para que aprendieran a expresar y representar el mundo en el que viven.

He discrepado obstinadamente de la idea de que los niños necesitan motivación externa (ser recompensados, castigados o forzados) para estudiar y aprender. En cambio, creo que deberíamos poner atención a lo que inquieta su curiosidad, a su impulso de explorar el mundo y orientar nuestros esfuerzos educativos en la dirección de los intereses de los niños. Esto –en lugar de estrategias que provoquen ansiedad– facilitaría su aprendizaje.

El difunto autor y educador estadounidense John Holt dijo: “… la ansiedad que sienten los niños al ser evaluados constantemente, su miedo al fracaso, al castigo y a la desgracia, reduce gravemente su capacidad tanto de percibir como de recordar, y los aleja del material que se está estudiando, llevandolos a optar por estrategias para engañar a los profesores y hacerles creer que saben lo que en realidad no saben”.

Observemos a los niños mientras, por ejemplo, usan videojuegos. O mirémoslos aprender por su cuenta todo lo que quieren sobre cantantes o ídolos deportivos favoritos. Los niños desarrollan por sí solos conocimientos y habilidades que consideran necesarios para socializar, sin “motivación” de ningún adulto. Lamentablemente, el mercado manipula esa necesidad del niño de socializar, encajar en un grupo y desarrollar las habilidades necesarias para satisfacer sus necesidades psicológicas de admiración y respeto.

Sin embargo, las entidades educativas deberían reconocer que todos nacemos con una necesidad natural de aprender y que aprendemos más sobre las cosas que nos son relevantes, porque es una cuestión de supervivencia.

Aún más hoy en día.

Aprendemos por necesidad

Los bebés aprenden a sentarse, rodar, levantarse, hablar y caminar sin que nadie los empuje a hacerlo. Los procesos, características y comportamientos que se desarrollan durante la niñez pueden explicarse por una combinación de fuerzas biológicas (naturaleza) y condiciones ambientales (crianza).

El código genético que heredamos determina nuestro fenotipo (apariencia física), mientras que la pertenencia a una familia, a una cultura, a una sociedad y la actividad física o la nutrición influyen en nuestro desarrollo y la expresión de nuestros genes.

Aprendemos más fácilmente aquello para lo que tenemos aptitud. La naturaleza nos dota de ciertos talentos y habilidades que facilitan aprendizajes específicos, y los sistemas educativos deberían ofrecer a todos la oportunidad de desarrollar esos dones. Nuestro desempeño y creatividad mejorarían enormemente si nos sentimos cómodos y seguros en nuestro desempeño.

El mundo se está volviendo intensivo 

El fallecido gurú de la gestión Peter Drucker, dijo: “De ahora en adelante, la clave es el conocimiento. Más que concentrado en el desarrollo de habilidades manuales, materiales y energía, el mundo se está concentrando en la adquisición de conocimiento.”

Pero eso lo sabemos instintivamente. Instamos al hijo a obtener un diploma de escuela secundaria y luego a asistir a la universidad porque confiamos en que encontrará mejores oportunidades laborales si tiene una educación.

También sabemos que cuando buscamos trabajo, lo que cualquier empleador valorará más es tu experiencia y formación, tus conocimientos.

Pero las pruebas que obligan a los estudiantes a devorar y memorizar contenidos porque la admisión a la universidad depende de los puntajes del SAT y el promedio de calificaciones (GPA) o similares tests, no ayudan.

¿Son los educadores suficientemente conscientes del nivel de ansiedad que crean estas pruebas? ¿De la posible relación entre exámenes, miedo al fracaso y aversión a la escuela?

Un niño es por naturaleza un explorador

Los bebés primero exploran el mundo poniendo cosas al alcance en la boca. Luego se alejan gateando y continúan explorando, agarrando objetos del suelo: los prueban, los golpean, los arrojan, tratando de entender qué son, cómo funcionan, para qué sirven.

Los bebés aprenden a sentarse y levantarse mediante un proceso repetitivo de prueba y error. Intentar diferentes comportamientos que, con suerte, les permitirán obtener lo que quieren es lo que marca sus interacciones con las personas.

Me parece que somos culpables de estropear la tendencia natural del niño a explorar su entorno y aprender de él.

Los afanamos

Con pocas excepciones, los por qués que el niño de tres años se hace pasan de ser encantadores a ser un fastidio (porque estamos ocupados hablando de “asuntos más importantes”) y pronto nos cansamos de responder el interminable flujo de preguntas. Los afanamos.

Luego vamos y usamos los dibujos animados en una pantalla como niñera y sin caer en cuenta como los contenidos digitales comienzan a modular su comportamiento (porque estamos ocupados haciendo “cosas más importantes”). Y cuando van a la escuela, básicamente los atamos a la silla y les exigimos atención concentrada.

Sus intereses particulares se vuelven, según el maestro, una distracción en la clase. Nos olvidamos de que “todos los caminos conducen a Roma”.

La curiosidad genera nuevas oportunidades de aprendizaje

Pero lamentablemente nuestros profesores suelen estar más preocupados por cumplir con el currículo y las metodologías de la escuela que en su mayoría se basan en teorías escolásticas milenarias. No es su culpa; para ellos también es una cuestión de supervivencia. En mi experiencia, los profesores innovadores que siguen su instinto acaban chocando con el sistema y perdiendo sus puestos de trabajo.

Nunca la capacidad de aprender había sido tan importante para que las personas sobrevivieran en nuestra economía cada vez más compleja, basada en el cerebro y tecnológica. No creo que nuestra sociedad pueda estar a la altura del desafío sin una reforma seria de la educación.

Nos mueve la necesidad de conectarnos

Apartes del  nuevo libro de Silvia Casabianca, Homo Amandi: Evolución Consciente del Miedo a la Solidaridad.

Algún día cuando hayamos dominado los vientos, las olas, las mareas y la gravedad, aprenderemos a utilizar las energías del amor. Entonces por segunda vez en la historia del mundo, la humanidad habrá descubierto el fuego.  Teilhard de Chardin

Viejita

A pesar de las palabras de odio terribles que se leen en los comentarios de los artículos de prensa y twitters (exes?), a pesar de lo candentes y hasta destructivos que se vuelven los debates políticos, a pesar de las múltiples guerras contemporáneas y de

que muchos medios se inclinan a dar más espacio a las  historias de abuso, corrupción y disputas, a pesar de todo, veo a diario seres humanos embarcados como yo en una misma

búsqueda… y la búsqueda es la del amor. Nos mueve una necesidad de conectarnos, de sabernos parte del todo. Si no somos conscientes de ello, al menos intuimos en lo más profundo de nuestro ser que somos seres sociales, que necesitamos vínculos; queremos ser amados, sentirnos necesitados y útiles, sabernos protegidos, apoyados, parte de una tribu.

En 1943, el psicólogo Abraham Maslow[1] planteó una teoría de la motivación humana con una jerarquía de necesidades que debiera satisfacerse en una cierta secuencia, empezando por las básicas que nos garantizan la supervivencia, para poder seguir avanzando hacia la autorrealización. Propuso que cuando el déficit en una de esas jerarquías ha sido más o menos satisfecho, nuestras actividades se dirigen hacia la satisfacción del siguiente grupo de necesidades. En últimas, según Maslow, satisfacemos nuestras necesidades no tanto porque nos haga falta algo sino porque, siguiendo un impulso innato, queremos crecer.

Una vez nuestras necesidades fisiológicas y de seguridad están más o menos satisfechas, procedemos a suplir las necesidades sociales de amor y pertenencia, lo cual explicaría por qué se forman familias, por qué tanta gente busca ser miembro de una iglesia, afiliarse a un partido político, un club o un equipo deportivo e incluso una “ganga”.

Maslow no presentó evidencia empírica de su teoría y en psicología se considera su modelo a veces muy lineal. Sin embargo, muchos estudios realizados con mamíferos, desde pequeñas ratas hasta los humanos, sugieren que nuestro bienestar depende significativamente de nuestro entorno y que sufrimos cuando nuestros vínculos son amenazados o truncados. Es abundante la evidencia de que estamos condicionados para conectar con otros.

Cuando somos rechazados por parte de un grupo social, cuando somos víctimas del bullying o perdemos a un ser querido, sufrimos lo que se conoce como dolor social, lo que nos demuestra que las conexiones entre humanos no son opcionales o fortuitas, sino que existe una necesidad esencial dictada por razones adaptativas, de crear vínculos.

Los psicólogos Roy Baumeister and Mark Leary[2] analizan las razones que prueban que tenemos una necesidad psicológica de pertenencia. Sentirnos conectados y formar vínculos afectivos es una demanda adaptativa, dicen los autores. Esta necesidad se pone de manifiesto desde la infancia cuando los bebés buscan espontáneamente formar apegos.

Los autores basan su hipótesis en varias observaciones:

  • Una vez que una relación se establece, las personas son reacias a romperlas incluso cuando existe tensión, conflicto o incluso abuso. O sea, la gente prefiere evitar la separación, aunque haya que pagar un alto costo emocional.
  • Cuando nos sentimos cercanos a otros, nuestros pensamientos se adaptan y empezamos a incluir aspectos del otro en nuestro concepto de nosotros mismos hasta llegar a sentir que nuestros destinos están entrelazados.
  • Las relaciones cargan un peso emocional significativo: estamos felices cuando las cosas van bien; tendemos a sentirnos miserables, ansiosos, celosos, cuando hay conflicto.
  • Cuando no estamos en una relación cercana con otros, sufrimos.
  • Las estadísticas nos muestran que quienes sostienen una relación de parejase mantienen más saludables, menos estresadas y tienen una expectativa de vida más larga.
  • Las separaciones, incluso si son breves, producen malestar y tristeza.
  • La gente prefiere tener pocas, pero muy cercanas amistades y un número mayor de conocidos, siendo la calidad más importante que la cantidad. Esto es porque establecer un vínculo toma tiempo y requiere esfuerzo e inversión de energía. Cuando una relación se rompe, la gente tiende a buscar una nueva.

Baumeister y Leary concluyen en su estudio que los seres humanos estamos motivados por una necesidad de pertenencia, esto es, por un fuerte deseo de formar y mantener duraderos vínculos interpersonales.

Esta necesidad fue por primera vez estudiada y descrita por el psiquiatra John Bowlby[3] quien formuló la teoría del apego[4] (attachment theory) abriendo la puerta a una comprensión más profunda sobre el hecho de que somos animales sociales, pero también a entender que los primeros años de la vida de un niño son determinantes. Estudiando niños que habían sido separados de sus padres durante la Segunda Guerra mundial encontró que aquellos que fueron criados en orfanatos presentaban retrasos cognitivos, problemas para regular emociones y para relacionarse con otras personas. Los autores e investigadores contemporáneos Daniel Siegel y Helen Fisher están hoy a la vanguardia del estudio sobre el apego (ver libros recomendados).

En un bien divulgado estudio, Harry Harlow en los años 1950s diseñó “mamás” de alambre, fieltro y madera a través de las cuales se alimentaba a monos Rhesus recién nacidos. Después mantuvo a los animales en total aislamiento. El investigador concluyó que el contacto físico del crío con su madre, incluso con esa madre de alambre, era tan o más importante para su bienestar y desarrollo que la nutrición que recibía. En su laboratorio de Wisconsin, Harlow exploró la naturaleza del amor, tratando de entender cómo se formaban las relaciones entre infantes y sus madres. Probó que el amor a la madre era más de tipo emocional que fisiológico, relacionado con el cuidado que el crío recibe y que la capacidad para formar un vínculo estaba asociada con momentos críticos de la vida temprana, después de los cuales era difícil compensar por la pérdida inicial de seguridad emocional.

Daniel Siegel también ha hecho énfasisen el hecho de que los niños que desarrollan un vínculo seguro con sus padres saben que pueden acudir a ellos cuando necesitan apoyo. Esto los capacita para empatizar con otros más tarde.

Por lo que sabemos, en sus inicios, el bien colectivo, entendido como aquello de lo que se benefician todos los vecinos, era prioridad para los seres humanos y esto se ve aún en las comunidades indígenas en gran parte del mundo. Como tenemos una necesidad innata de conectarnos con otros, de sentirnos parte del grupo, la vergüenza que se deriva de cometer una acción que perjudica a la comunidad se vuelve un obstáculo para nuestra integración al grupo. Cuando se rompen las reglas y se cometen actos que atentan contra la comunidad, el miedo de convertirse en un paria y la consecuente vergüenza de saberse expuesto contribuye a corregir (a veces a ocultar) el comportamiento. El que las tribus acostumbraran aventilar en público los actos que afectaran a sus miembros, tendía a corregir conductas que no eran beneficiosas para la comunidad.

El Dr. Ed Diener es conocido como el Dr. Felicidad por más de 25 años de investigaciones en el tema del bienestar. Intrigado por el hecho de que en los Estados Unidos el incremento significativo en el ingreso no ha tenido un impacto positivo sobre el bienestar de la gente, se dedicó a estudiar qué otros factores contribuyen a una vida más satisfactoria. Diseñó un cuestionario que es utilizado por muchos terapistas. En uno de sus estudios con Martin Seligman[6], otro investigador de la Universidad de Illinois, encontró que los más contentos entre 222 estudiantes universitarios encuestados eran aquellos que mantenían vínculos estrechos con sus familias y amigos. Eran más extrovertidos y menos neuróticos. Otros estudios corroboran que la satisfacción que experimentamos está relacionada con el grado de nuestra conexión con las demás personas. Somos seres sociales y seguramente el psicoanalista Erich Fromm[7]tenía razón cuando afirmó que buscamos toda la vida vencer un sentimiento de separación y que nos enloqueceríamos si no lográramos de alguna manera unirnos con otros. Este sentimiento de separación, adquirido al nacer tanto como seres humanos y como individuos, nos lanza hacia un estado permanente de incertidumbre

Aunque tengamos ese anhelo de conectar con otros, progresivamente nos sentimos más y más separados como individuos coexistiendoen un planeta y un universo del que también nos percibimos separados. Parafraseando al autor Charles Eisenstein[8], vivimos en un mundo en que la psicología nos considera una mente que habita en un cuerpo, las religiones predican que somos almas encarnadas, la física, que somos materia y estamos determinados por fuerzas impersonales, la biología, también determinista, que somos como un robot de carne y hueso programado por genes en beneficio de un interés reproductivo y, la economía, que somos actores racionales que buscan maximizar su propio interés financiero.

Pero la nueva ciencia empieza a desmentir tan tremendo disparate. Podemos superar la consciencia de separación, la cual contribuye grandemente a crear los síntomas que afectan a la humanidad en el presente. Esa percepción de segmentación nos lastima: nos vemos separados por género, fronteras nacionales, procedencia, creencias, color de la piel, estrato social. Y los mecanismos modernos que estamos encontrando para intentar vencer nuestras distancias (Facebook, Instagram, Twitter, por ejemplo) son desde luego insuficientes si no contraproducentes.

En la conferencia The Future of Modern Love(El futuro del amor moderno) dictada en un simposio de psicoterapia (The Psychotherapy Networker, 2018), ante una audiencia de 4.000 personas, la psicoterapeuta belga Esther Perel mencionaba que la vida urbana, a la vez que ha significado una libertad individual sin precedentes, es responsable por nuestro aislamiento, nuestra desconfianza de los otros y nuestra segregación como seres humanos. La pérdida de nuestro sentido de pertenencia a una comunidad explicaría en gran parte la calidad de las relaciones de pareja modernas. Ya las relaciones no están dictadas por la tradición y las convenciones sociales, sino que sus términos son negociables. Los matrimonios han dejado de ser para la mayoría una empresa económica para convertirse en una iniciativa romántica en la que se ponen enormes expectativas. Como en la vida urbana se pierde gran parte del capital social (se disuelve la tribu), la pareja se convierte en el TODO para el otro.  Debe proveer los recursos emocionales y físicos que antes la aldea por lo regular proveía. Si la intimidad acostumbraba a ser el resultado de la convivencia, ahora el otro debe convertirse en el recurso que suple todas mis necesidades de conexión. Debe hacerme sentir que valgo y cuento y ser el remedio para mi soledad existencial, concluye Perel. Este nuevo y absorbente amor romántico es una receta para el desastre, predice la autora. Las expectativas son imposibles. Los rechazos y las rupturas son mucho más dolorosas.

[1]Maslow, A. (1954).Motivation and Personality (Motivación y Personalidad). Harper and Broth.

[2]Baumeister, R. F., & Leary, M. R. (1995).The need to belong: Desire for interpersonal attachments as a fundamental human motivation (La necesidad de pertenecer: Deseo de crear vínculos personas como una motivación humana fundamental). Psychological Bulletin, 117(3), 497-529.

[3]En 1951, Sir John Bowlby escribió una monografía para la Organización Mundial de la salud titulada Maternal Care and Mental Health (Cuidados maternos y salud mental) donde propuso que los niños pequeños necesitaban la presencia cercana y constante de su madre (o sustituto) en la cual ambos encontraran satisfacción y gozo.

[4]Los términos vínculo y apego como traducción de attachmenta veces se usan como intercambiables en español, pero el término apego es tal vez una mejor traducción en el sentido de inclinación hacia alguien o algo, mientras que el término vínculo se usa en el sentido de atadura.

[5]No uso aquí el término antisocial como patología sino como opuesto al comportamiento prosocial.

[6]Diener, E., Seligman, M. Very Happy People (Gente muy feliz)en https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/11894851

[7]Fromm publicó The Art of Loving (El arte de amar)en 1956.

[8]Eisenstein es un conferencista bien conocido en temas de ciencia y filosofía. Para saber más visite: http://www.charleseisenstein.net

La espera

Por Silvia Casabianca (relatos)

La misma espera. La de todos los días, calmada: ya me han domesticado la impaciencia. Todos nosotros, tan absurdamente… demasiado cercanos, rozándonos, sin mirarnos, aunque sintamos el aliento caliente del que está a la izquierda, el roce de la gabardina del que está a la derecha, la exhalación del que nos sopla en la nuca. Sin incomodarnos, digo, inflados con una impotencia resignada. Leemos o no leemos y cada minuto volteamos a mirar sabiendo que aún no viene el metro. Escuchamos a lo lejos el eco del sonido casi sordo, que proviene del violinista que colecta monedas a la entrada del túnel. La música me parece familiar, pero no sé. No sé. 

La misma mujer de ayer, toda de blanco, me mira sin batir las pestañas; la mujer de negro de hoy, en cambio, se mira los zapatos; la mujer llana se acaricia el abdomen. El hombre de ojos negros indiferentes se hurga las narices. Aquel que llegó de último abre el libro, pretende que le creamos que puede leer bajo tan poca luz. 

Escucho.

Aunque estoy distraído pensando en esa cita a la que no sé si llegaré a tiempo, mis oídos están alerta. Sé que será el sonido del vehículo eléctrico y sus ecos en el túnel, los que me anunciarán que se aproxima mi tren. Y estoy alerta porque somos jungla. Aunque no podamos apresurar ni nuestra salida ni nuestra llegada por más de unos segundos ––los horarios dependen de un control al que no tenemos acceso–– todos pugnaremos por llegar a la puerta el primero, la puerta se abrirá con un chasquido sordo y brusco, y nos disputaremos el acceso a un asiento o al menos a un espacio junto a una barra vertical donde quepa nuestra mano, para asirnos una vez el vehículo se ponga en marcha. 

Un sonido me sobresalta, es un rugido distinto al viento. No viene del violín y tampoco es el run run del tren. Es más bien una resonancia, un clac-clac, un chu-chu, abrupto, súbito, pero suave.

Una ola, una ola, una ola. De súbito, agua que me empuja, que me empapa, que me ahoga, que me tumba, y caigo sin poder evitarlo sobre otros cuerpos. Un cuerpo viejo ––alcanzo a sentir sus huesos–– queda atrapado bajo mi peso y yo, bajo la masa de otros dos que no distingo y que el empuje de la ola ha tumbado sobre mí. Mi mente, fastidiada por una cercanía insoportable de olores, de cabellos, de sudores, dispara imágenes inverosímiles en blanco, en negro, alternan la luz y la oscuridad mientras la ola continúa meciéndonos, empujándonos, ahogándonos. 

¿Por qué sigue sonando el violín a lo lejos? Escucho un cántico que me invita a orarle a los ángeles de la guarda que cuidaban mi sueño cuando niño. Pero se me va muriendo la memoria, borrada por el agua, y sé que no existo ya más porque el peso sobre mí de insoportable se ha tornado en leve. No duele y no me resisto. 

No. No. Nada. 

De Barbielandia a…?

En una reacción tardía, comento el fenómeno Barbie redivivo gracias a la película que inundó los teatros por un par de meses en el 2023. Se calcula que la película produjo casi US$1.500 millones a través de taquilla. Me pregunto quién acude a verla, qué los motiva, qué los cautiva.

Vi por primera vez una muñeca Barbie cuando tenía unos ocho años. Me gustó su cabello rubio, su cuerpo largo y estilizado. Sé que marcó para siempre un modelo de belleza inalcanzable que me impidió verme en mi totalidad, porque se limitaba a la dimensión física, ofreciéndome un estereotipo que no admitía variaciones. A través del tiempo y debido a la presión del público que clamaba por aceptación de la diversidad, Matel produjo muñecas con diferentes tonos de piel, cabellos crespos y negros, en vez de lacios y monos, ojos rasgados… Así Matel y la cultura norteamericana logró penetrar otros mercados y extender el estereotipo. Así pusieron a soñar a las niñas con tener cuerpos que nunca tendrían y a los niños, con niñas escasas o inalcanzables. La muñeca Barbie tenía además un cierto estatus, un estilo de vida. Matel no tardó en crearle un mundo que incrementó sus ventas: casas, carros, trajes, un estilo de vida que nada tenía que ver con bienestar social, mental, o espiritual. La aspiración era tener tener tener. Bueno para el mercado que se extendía hasta globalizarse. Y así Matel fue penetrando en las mentes de los niños y las niñas con ideales de vida y aspiraciones que se alcanzaban única y exclusivamente a través de una lucha implacable por conseguir un estatus en la sociedad, dinero, fama, reconocimiento a todo costo, por cualquier medio.

En los valores de Barbie y Ken, su sonriente compañero, nunca se incluyeron expresiones de empatía o compasión. Los rodeaba la ilusión de una vida “bella”, sin enfermedad, sufrimiento, tristezas o dificultades.

Ahora viene la película: una comedia fantástica, dirigida por Greta Gerwig y escrita por Gerwig y Noah Baumbach. La película sitúa a las mujeres en el centro. Viven en casas rosas y todas ellas son profesionales… no cualquier tipo de profesionales, todas son exitosas y… todas son Barbies. Margot Robbie interpreta la Barbie principal y responde al prototipo de mujer blanca, alta, delgada, rubia. Pero las otras mujeres son una población diversa que pretende representar diferentes razas, tipos de cuerpo, identidades de género. La presidenta es una mujer negra, por ejemplo.

No hay duda de que la producción cinematográfica pretende resaltar el potencial de la mujer. Ken en cambio, es un personaje masculino que sufre como mosco en leche en medio de ese mundo femenino triunfante. Representa el mundo patriarcal y expresa una gran frustración en un mundo dominado por mujeres hasta que logra tomarse ese mundo y reimplantar el patriarcado. La película presenta una contradicción que parece no tener solución. Los dos géneros no pueden coexistir pacíficamente.

La estrategia de Barbie y sus aliadas es el socializar con los Kens y transformarlos, lo que perpetúa el estereotipo de que una de las funciones de la mujer es “emocionalizar” a sus compañeros, dulcificarlos, amansarlos. No existen modelos masculinos positivos en la película. No hay una crítica directa a una sociedad que homogeneiza y sienta metas inalcanzables de perfección y producción.

En defensa de la película he escuchado un argumento sobre la crisis existencial de Barbie, su depresión, que se convierte en punto de giro a partir del cual ella no tiene más remedio que aprender a aceptar la realidad. Mientras mantuvo su individualismo y fue no humana era plenamente feliz, se bastaba a sí misma. Pero la crisis la lleva a una decisión “terrible”: opta por convertirse en humana.

El camino de autodescubrimiento de Barbie es un camino solitario. Matel decide no ayudarla, dejarla sola a ver qué verdades descubre sobre sí misma y sobre el mundo.

Tengo amistades que defienden la película y la consideran una especie de triunfo para el feminismo. La taquilla ha sido generosa, no hay duda. Pero creo que la película plantea una visión harto superficial de la realidad humana, donde los diferentes géneros no pueden existir y la pulsión de un género por dominar a otro es inevitable. Es cierto que la película muestra el potencial de la cooperación, que es lo que en la película les permite a las Barbie recuperar el control de la casa Barbie. Lo que no se muestra, es que el conflicto central de la sociedad no es uno de género sino de clase. No hay Barbilandia que consiga, con los parámetros planteados en la película, derrotar la injusticia social.

El significado de la libertad

¿Placer o realidad?

Aprendiendo a elegir lo saludable

Qué le enseñamos a los niños sobre libertad?
Reflexiono constantemente sobre el significado de la palabra últimamente. Creo que se abusa de ella cuando no se ve contradicción entre imponer un sistema democrático en otro país y justificarlo en aras de la libertad, o cuando se firman tratados de libre comercio que arruinan la agricultura de uno de los participantes en el tratado, o cuando el mercado “libre” permite que se vendan en las tiendas productos que atentan contra la salud. Me pregunto si soy yo la que está equivocada en mi propia concepción de lo que la libertad significa, pero no puedo entender que la libertad se asocie con acciones que vayan en detrimento de otros o de uno mismo.

¿Tiene un niño “libertad” para decirle !No! a productos dañinos si no ha recibido suficiente información sobre las consecuencias de consumir ciertos productos sin valor nutricional, pero llenos de químicos, grasas, colorantes y calorías?

Por ejemplo, cuando indago por las causas de esta epidemia de obesidad que afecta a casi el 70 por ciento de los residentes de los Estados Unidos, me doy cuenta que el principal “educador” en materia de nutrición es la publicidad: los comerciales de las compañías que venden alimentos, pues tienen “libertad” para anunciar sus productos y presentarlos de manera que seduzcan al consumidor. 

“A los niños hay que darles gusto de vez en cuando”, me dicen los padres, y yo respondo, ¿cuál es la diferencia entre dejarles beber gaseosas, perjudiciales para la salud hoy, perros calientes, comidas llenas de grasa, y permitirles consumir estimulantes o drogas adictivas mañana? En ambos casos se trata del derecho al placer. El criterio es el mismo, un poquito de placer que cause daño está bien…¿Está bien?

La publicidad tiene como blanco en especial a los niños. Es común denominador que las comidas menos nutritivas y más llenas de productos químicos se vendan gracias a la publicidad más enganchadora, diseñada para seducir a los pequeños.

Es por la publicidad también que se pusieron de moda los enviciadores videojuegos, los mismos que los psicólogos encuentran sospechosamente cercanos a los simuladores con que se entrena a los soldados a matar. No puede sorprendernos entonces que los niños asesinos como los de Arkansas, Columbine, y recientemente el de la secundaria Oxford, en Michigan,  hayan practicado antes de sus tiroteos con videojuegos.

Aprendiendo a decidir qué es lo mejor para mí

El famoso psicoanalista Sigmund Freud decía que nuestras vidas estaban regidas en lo fundamental por dos fuerzas antagónicas: el principio del placer y el principio de la realidad. Si la fuerza que predomina es el principio del placer, este puede conducir a la autodestrucción, y la historia parece haber probado que estaba en lo correcto. El imperio romano, por ejemplo, sucumbió por culpa de la decadencia de sus gentes que ya no pensaban sino en la abundancia y el placer. En cambio, si predomina el principio de realidad, podremos derivar placer de actividades constructivas, un placer quizás menos intenso pero mucho más duradero.

La libertad no consiste en hacer lo que nos da la gana porque en ese caso seríamos esclavos de la gana. La libertad consiste en tener verdadera conciencia de nuestras necesidades y de las opciones que tenemos para suplir esas necesidades. Es cuando elegimos, no cuando nos dejamos influir por la moda, la publicidad o los amigos, que estamos en pleno ejercicio de la libertad.

La sociedad de consumo pone a los padres en muchos aprietos. Es difícil decir no a los pequeños cuando nos piden de regalo ese juguete o videojuego que “todos” los amiguitos recibirán como regalo en navidad. No queremos ver a nuestros hijos en desventaja, pero asumir la dosis de frustración que la vida normalmente ofrece, los hace más fuertes.

Una amiga me comentaba todas las precauciones que había tomado para evitar que su hijo cayera en las adicciones de los videos, el computador y la televisión, y cómo había estimulado la afición del niño a la lectura, enseñándolo también a comer saludablemente. Ahora que su hijo está terminando escuela media, es, según las palabras preocupadas de mi amiga, “un niño raro”. Claro, se sale del montón y eso interfiere con su socialización. Le advertí que iba a ser peor cuando fuera mayorcito, porque empiezan a entrar en juego las drogas, el alcohol y el sexo en el panorama y ella lo único que podrá hacer es confiar en que le ha enseñado a su hijo a hacer elecciones no destructivas y a resistir la presión de grupo. Con suerte, encontrará otros jóvenes como él que lo acompañen en sus sanas decisiones.

Pienso que en casos como el de la obesidad y el consumo de sustancias dañinas (comida chatarra, alcohol y drogas) no se puede hablar de libertad. Un niño de 7 años no tiene por qué saber cuáles son las consecuencias a largo plazo del consumo diario de grasas trans o de azúcar o de colorantes en los snacks que come en la escuela. A su edad no ha formado aún un sentido del futuro, las consecuencias a largo plazo de las decisiones de hoy o la mortalidad; no existen suficientes razones para sustentar sus decisiones porque vive en un mundo dominado por la tendencia al placer. A los 15 años, un joven tampoco puede medir a cabalidad la consecuencia de beber y conducir e incluso un adulto de 40 años, por tener un momento de placer, puede descartar el riesgo de acabar un matrimonio de quince años o de adquirir enfermedades de contagio sexual. ¿Podemos entonces hablar de libertad cuando se trata de conductas autodestructivas?

Así como se regulan estrictamente las profesiones, los linderos y los derechos de propiedad, podrían regularse las actividades que perjudican la salud física o mental. Pero, ¡mucho mejor que regular, es educar!

Whine the wine benefits?

By Silvia Casabianca

A few months ago, the National Institute on Alcohol Abuse and Alcoholism warned that “excessive alcohol consumption may not only influence COVID-19 susceptibility and severity, but the broad effects of the pandemic are also likely to lead to excessive alcohol consumption.”

Proving moderate alcohol use causes better heart health would be tricky, Kloner said. Ideally, it would require a large prospective study that not only randomly assigns people to a no-drinking group versus a moderate-drinking group, but that also compares different types of alcohol – red wine, white wine, beer, spirits – to determine if one really is better (American Heart Association). Photo Shutterstock.

However, there is a culture of drinking in the United States. It has become glamorous to drink at least one or two cups of wine a day. There is almost no movie or TV series where protagonists do not appear enjoying the typical drink.

By the time, some 15 years ago, Nature magazine published studies about the health benefits of drinking two glasses of wine a day, researchers thought they had solved the mystery of the “French paradox.” Why was it that the famous gourmet French cuisine didn’t clog the arteries of French people, despite the fact that its foods were so rich in saturated fats?

The answer seemed to be in the moderate consumption of wine that accompanied the meals. The two-daily-glasses-of-wine benefit came as a very nice fact that apparently clarified the mystery without having to discern other variables that promote health, including the French’s increased eating of fruits and vegetables, and their enjoy-lunch versus fast-food attitude towards food and life.

One thing that concerned me after the report was released was witnessing alcoholics, the kind who can’t exist without their two drinks a day, the kind who would never acknowledge an alcohol dependency, because they seldom get drunk, justifying the rightfulness of their drinking habits on these reports’ and claiming that some daily alcohol would be beneficial.

Referring to studies such as the one published in Nature, the American Heart Association stated that, “No direct comparison trials have been done to determine the specific effect of wine or other alcohol on the risk of developing heart disease or stroke.” Which, in other words refers to the fact that some research goes to press without previous verification.

Interestingly enough, the mentioned research results provided a convenient outlet to the overwhelmed wine industry that was not making enough profit at home or abroad. Let’s remember that France has been one of the most important sources of good wines since the 1300s and the industry’s ups and down affect its economic heart, as wine and spirits are the country’s second-largest export industry.

When you take a closer look, it is easy to find that in many cases, companies or institutions interested in having science backing up their products have no problem subsidizing research that will show health benefits of their food or beverages. In science, a well-formulated hypothesis is rather simple to prove.

Trustworthiness of research may conceivably depend on not only the collection, analysis, and interpretation of data. You might already be familiar with what biases are. Nobody is free of biases. If wanting to prove that a new food or drink or supplement is a panacea, all that is needed is to craft a good hypothesis, formulate a tinted research protocol, hire easy to influence investigators and researcher can arrive at the most favorable conclusions. I agree with those considering research should not be funded by interested parties. Research universities have struggled with the ethical dilemmas posed by receiving funds from private donors and the resulting conflict of interest. They depend on external support to pursue their endeavors, but they know the existence (or even the appearance) of such conflicts can lead to suspicion about their research results.

Conflict of interest also haunts health care professionals, especially those providing nutritional advice. It’s common among food and pharmaceutical industries to provide free samples, furnish meals during professional meetings, pay for travel to medical congresses, pay investigators for enrolling patients in clinical trials, and more.

In a world where everything has become a commodity, professionals and institutions have fallen under increasing public scrutiny.

Information about health matters never seems enough, even though it’s bountiful, and what makes it feel insufficient is not only health sciences advancing at light speed, but also that research results can be contradictory because there is always the influence of the observer’s eye.

What the American Heart Association recommends:

If you drink alcohol, do so in moderation, meaning an average of one to two drinks per day for men and no more than one drink per day for women (One drink is one 12 oz. beer, 4 oz. of wine, 1.5 oz. of 80-proof spirits, or 1 oz. of 100-proof spirits.) The American Heart Association warns that drinking more alcohol increases risks of alcoholism, high blood pressure, obesity, stroke, breast cancer, suicide, and accidents. Also, it’s not possible to predict for whom alcoholism will become a problem. Given these and other risks, the American Heart Association cautions people NOT to start drinking … if they do not already drink alcohol. Instead, consult your doctor on the benefits and risks of consuming alcohol in moderation.

Cinco razones para perdonar

  1. Libertad. 
Perdonar nos libera

El proceso del perdón nos libera. Una vez que logramos resolver los asuntos que tenemos pendientes con los demás, sentimos un alivio enorme. El resentimiento que veníamos cargando con nosotros y que dirigía muchas de nuestras acciones, deja de esclavizarnos. El rencor deja de oprimir el pecho y la mente queda por fin libre para aventuras más creativas que simplemente estar rumiando los hechos pasados o planeando desquites. 

  • Salud.

Una vez que logramos liberarnos de los resentimientos y el rencor, el nivel de estrés disminuye. El estrés crónico hace que el cuerpo físico produzca substancias como la adrenalina y el cortisol de una manera casi permanente. Estas sustancias afectan el funcionamiento de nuestro sistema cardiovascular y de nuestro sistema inmune. Muchas de las enfermedades más comunes, incluyendo la diabetes, el infarto cardíaco y muchas formas de cáncer están relacionadas con un pobre funcionamiento del sistema inmune. Es por lo tanto de esperar que una vez que logramos personar a otros y perdonarnos a nosotros mismos, nuestra salud mejore.

  • Dejamos de castigarnos

 Cuando no perdonamos a otro tampoco podemos perdonarnos a nosotros mismos. Cuando hablamos mal de la persona que nos lastimó, cuando le deseamos mal, cuando entrar en contacto con esa persona nos surgen sentimientos y pensamientos negativos, nos sentimos mal con nosotros mismos, culpables, incapaces de amar. La culpa resultante nos hace vulnerables y llegamos a creer que no merecemos ciertas cosas. El resultado es por lo general que inconscientemente nos castigamos. 

  • Mejoramos nuestras relaciones.

A veces la incapacidad de perdonar a otro nos aísla de los demás y nos hace desconfiados. Nos encapsulamos en la posición de la víctima y el enojo que cargamos lo trasladamos a otros. Vemos la vida a través del filtro de lo que nos sucedió con la persona a la que no hemos podido perdonar y también proyectamos nuestros sentimientos de rechazo y resentimiento, creyendo que son los otros los que no se acercan a nosotros. Cuando perdonamos, nos hacemos más atractivos para los demás. 

  • Tenemos más posibilidades de construir un mejor futuro

Una vez que nos liberamos del pasado, que es donde residen nuestros resentimientos, liberamos la energía necesaria para ser creativos y construir un mejor futuro. El perdón es posible cuando hemos cambiado nuestra perspectiva y de la oscuridad nos movemos hacia la luz. Del pesimismo y la negatividad nos movemos hacia el optimismo y la fé.

¿Qué es el éxito?

Por Silvia Casabianca

Mahatma Gandhi statue

No te será difícil coincidir conmigo en que Mahatma Gandhi, Brad Pitt y el Presidente Barak Obama han conseguido el éxito. ¡Pero qué caminos tan diferentes han recorrido estos personajes! Los tres han sido exitosos en congregar multitudes pero aún así la definición de éxito se ajusta a cada uno de manera bien diferente. 

Gandhi buscaba liberar un pueblo de la opresión mediante métodos no violentos. Brad Pitt ha buscado, además de notoriedad y público, excelencia en su desempeño como actor. Obama buscó con persistencia entusiasmar al electorado y obtuvo el liderazgo de una de la naciones más importantes del mundo.

Cabe preguntarse entonces si además de las definiciones de la palabra éxito que ofrece la Real Academia Española puede en realidad existir consenso sobre el significado de esta palabra. 

Miremos definiciones de la Academia. Una: “resultado feliz de un negocio”. Pues sí,  en el caso del presidente norteamericano uno podría decir que el negocio ha terminado con éxito. Dos: “¿Buena aceptación que tiene alguien o algo?” No cabe duda que las películas del famoso actor han llenado los teatros y que cientos de miles de personas siguieron y continúan profesando la filosofía de Gandhi. Por lo tanto, estos personajes han tenido éxito.

¿Son fama y dinero sinónimos de éxito?

En la sociedad moderna, lo común es que éxito sea equivalente a alcanzar fama y dinero. Sin embargo, ¿se puede en realidad hablar de éxito si una persona obtiene todo lo material y aún así no se siente ni satisfecha ni feliz?

El ser humano es complejo y su existencia tiene múltiples dimensiones: física, mental, emocional y espiritual. Una vez las necesidades materiales básicas del ser humano están resueltas, éste se mueve hacia otro tipo de alcances. 

Autores importantes como el médico de renombre mundial Deepak Chopra dice en su libro “Las leyes espirituales del éxito” que “El éxito en la vida podría definirse como el crecimiento continuo de la felicidad y la realización progresiva de unas metas dignas.” Para Chopra, “el éxito es la capacidad de convertir en realidad los deseos fácilmente.”  

Y, a propósito, Chopra es también un éxito como autor y presentador de ideas que han ido calando en las mentes de millones de personas. 

¿Quiénes obtienen el éxito?

Empieza con metas claras y realistas

¿Es el éxito entonces algo reservado a personajes como los mencionados? Podemos tú y yo tener éxito en nuestra cotidianidad? ¿Cómo identificamos el éxito si no siempre podemos medirlo por los alcances materiales? Para poder responder a estas preguntas tendremos que empezar por entender cuál es el significado que le damos a esta palabra. Puede resultar útil hacer un poco de historia y mirar de qué logros nos sentimos orgullosos o satisfechos. 

Un breve examen de consciencia te bastará para llegar a la conclusión de que has obtenido éxito muchas veces en tu vida, ¡unas veces con más bombo y otras con menos platillos! Y mirando un poco más en detalle verás que los pasos que seguiste para obtenerlo muy probablemente están en la siguiente lista.

Pasos para conseguir el éxito

  • Empiezas con metas claras y realistas.

Dicen que “soñar no cuesta nada”.  ¡Bienvenidos pues los sueños! Sin embargo quien no sueña con los pies anclados en la realidad se decepcionará pronto y abandonará el empeño por conseguir una meta. 

  • Planeas los pasos a seguir

Como cuando se emprende un viaje, hay que tener claros tanto los destinos finales como los intermedios. Esto nos permite planear y reconocer qué recursos son necesarios para la jornada.

  • Te preparas bien para conseguir tus metas.

No te irías de viaje sin el equipaje necesario. Así mismo es necesario reunir los recursos que garanticen el éxito de una tarea, empresa o negociación.

  • Tomas como modelo a otras personas que ya alcanzaron lo que tú te propones.

Es la actitud del aprendiz la que nos permite ser flexibles, reconocer obstáculos y cambiar de rumbo si es necesario. Aprendemos tanto de los famosos a quienes admiramos, como de las virtudes y errores de nuestros vecinos. No es necesario volver a despejar caminos que ya otros nos abrieron.

  • Sabes que encontrarás dificultades y obstáculos y te dispones a enfrentarlos.

No hay camino que no ofrezca retos. Es parte de la diversión. Y si no te diviertes mientras tratas de alcanzar tus metas, ¡no valen la pena!

  • Estás dispuesto a recibir feedback de otros, sabiendo que a veces hay que ajustar el curso propuesto.

Quien busca el éxito va en pos de la excelencia, no la perfección, que no existe. Es necesario cultivar suficiente humildad para poder reconocer errores, estar atentos a la crítica de otros y mirarnos autocríticamente. Esto facilita el aprendizaje.

  • Buscas la manera de ahorrar esfuerzos para lograr eficiencia y eficacia.

Si en la mitad del camino te encuentras agotado empezarás a preguntarte si la meta en realidad vale la pena. Tendrás que aprender a ser recursivo para ahorrar esfuerzos, apoyarte en otros y hacerte la vida más fácil. 

¿Cómo sabrás si has alcanzado el éxito?

Me inclino a pensar que le respuesta es por completo subjetiva. Evalúas las metas, miras en qué porcentaje las has alcanzado, observas los resultados y llegas a tus propias conclusiones sobre lo que has obtenido. Es posible, y con frecuencia ocurre, que los resultados sean muy diferentes a lo esperado pero aún así te encuentres con una sensación de satisfacción por lo aprendido durante el trayecto. Eso también puede considerarse un éxito.

Pero también, mira adentro. Ahora que ya conseguiste lo que querías, ¿eres más feliz, te encuentras más satisfecho, te quiere más la gente? Una respuesta afirmativa te habla de éxito: ¡has crecido! 

Para mí, el éxito tiene que ver con lograr desarrollar proyectos que me apasionen; me considero exitosa cuando gran parte de mi vida transcurre haciendo lo que me apasiona. 

La maldición de una adicción

Pasos para ayudar a un ser querido a superar una adicción

Por Silvia Casabianca

Pocas cosas más destructivas que una adicción, tanto para quien la sufre como para sus seres queridos. La adicción al alcohol, a los medicamentos, a las drogas callejeras, a la comida o al juego, todas se caracterizan por una obsesión que lleva a una persona una y otra vez a consumir una sustancia dañina, a repetir un comportamiento destructivo, y por una compulsión que le hace inevitable consumir o repetir el comportamiento aunque sea destructivo.

Tristemente, muchas personas atrapadas en una adicción se engañan a sí mismos. Está el borrachito que se dice que puede beber y funcionar sin problemas, el adicto a una droga que jura que puede controlar el consumo o dejarla en cualquier momento, el adicto al trabajo que se engaña viéndose como “muy productivo”. Todos ellos se niegan a reconocer las consecuencias y repercusiones de su adicción. Por eso es difícil ayudarlos si el tratamiento no viene de un experto. La gente que más lo quiere, los más cercanos, no deben intentar volverse terapeutas del adicto.

Pero para el familiar que agoniza viendo al ser querido derrumbarse, autodestruirse, ¿qué tipo de intervención puede ser efectiva? ¿ Cómo ayudar a un ser querido a reconocer el impacto de su comportamiento y llevarlo a reconocer que necesita ayuda? Si no hay un reconocimiento de la adicción, no hay ayuda posible.

La llamada intervención familiar inspirada en el trabajo de pastor Vernon Johnson, puede ser una de las más exitosas estrategias para ayudar y para definir límites fronterizos que benefician a toda la familia. 

Antes de intentar ayudar, es importante aceptar la posibilidad de fallar. Es importante entender que una persona con adicción al alcohol o las drogas por lo general tiene una percepción distorsionada de sí mismo, de los otros y del mundo. En ocasiones todo lo que un ser querido puede hacer es evitar caer en una relación codependiente en la cual se protege al adicto de las consecuencias de su adicción. 

Pasos a seguir:

  1. Informarse sobre la adicción que sufre el ser querido y de los recursos existentes en su área geográfica para ayudarlo.  Todos los que participen en la intervención tienen que empezar por entender mejor lo que es una adicción y sus consecuencias
  2. Encontrar ayuda. Buscar un profesional (especialista en adicciones, psicoterapeuta) o institución (una clínica especializada o un centro de rehabilitación) que pueda ayudar a planear una intervención.
  3. Formar el equipo de trabajo, reunirse, planear la intervención, definir una fecha y tener claro qué hacer si la intervención falla. 
    1. Planear. En coordinación con el grupo de expertos se planea una intervención en la que participarán las personas más cercanas al que tiene la adicción. Se mantiene en confidencialidad hasta el momento de la intervención.
    1. Fecha y sitio. Elegir un momento en que sea más probable que la persona en cuestión no esté bajo la influencia de ninguna sustancia y un sitio que no despierte sospechas o resistencias.
    1. ¿Qué hacer si quien tiene la adicción rehúsa ayuda? Cada uno de los participantes en la intervención debe tener claro de antemano qué medidas va a tomar para establecer límites, si la persona con adicción no acepta la opciones de tratamiento. 
  4. Escribir lo que se va a decir. Cada miembro del equipo aportará una anécdota donde el comportamiento de la persona le causó problemas de cualquier tipo, emocionales o financieros. La información se presentará evitando críticas o regaños y expresando los sentimientos de preocupación y cariño que motivan la intervención. Es importante mostrar empatía y comprensión. Con mucha frecuencia la persona acude a la adicción porque esta le ayuda a enfrentar otras dificultades emocionales.
  5. ReuniónToma varias semanas planear una buena intervención. Los objetivos de la reunión son dos: llevar a la persona con adicción a aceptarla y convencerlo de que necesita y debe encontrar ayuda.

Se invita a la persona con la adicción a una reunión sin decirle de qué se trata. Una vez reunidos, los presentes expresan sus preocupaciones y sentimientos. Se le presentan varias  opciones de tratamiento y se le pide que acepte una. Se le explican las consecuencias de no aceptar el tratamiento. Por ejemplo, la mamá dejará de pagar sus estudios.

  • Las opciones de tratamiento que se ofrezcan dependen de la gravedad de la adicción. Pueden ir desde acudir a Alcohólicos Anónimos hasta internarse en una clínica de rehabilitación.
  • Debe entenderse que muchas de las reacciones y respuestas de la persona con adicción son producto de la intoxicación. Por eso hay que evitar hacer la reunión cuando la persona esté bajo el efecto de una sustancia.
  • Para tener éxito con la intervención es importante lo siguiente:
    • Nombrar un coordinador del grupo que centralice información y acción
    • Compartir información
    • Ensayar la intervención
    • Anticipar las objeciones
    • Evitar la confrontación durante la reunión
    • Demandar una decisión inmediata
    • Suspender la reunión y salir del sitio si se presenta una situación violenta.
  • Seguimiento: La familia entera tiene que hacer cambios para ayudar a prevenir recaídas. Eso incluye cambiar patrones de relación, hábitos cotidianos, hacer todo aquello que contribuya a prevenir el comportamiento destructivo, incluyendo participar en grupos de apoyo, terapia familiar o individual. En necesario elaborar un plan para evitar una recaída.

Child abuse has lasting consequences


Disciplining children by physical means is still commonly accepted around the world. What many people still don’t understand is that this practice can serve as a prelude to an escalating pattern of child abuse.

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According to the United Nations, eleven percent of the world population lives in extreme poverty ­­­­–– make less than $1.90 a day––and therefore struggles to fulfill basic needs. Even though fewer people live in extreme poverty these days, almost half of the world’s population —3.4 billion people— still strives to meet their basic needs, the World Bank said in 2018.

Child abuse and neglect can result from the convergence of poverty, high levels of stress, low levels of education, and lack of parenting skills. In households where people are struggling to make ends meet, children’s basic physical, emotional, and spiritual needs are more often neglected.

Researchers have found that exposure to repeated stressors cause hormonal imbalances and activates an area in the brain called the limbic system. The mental status of the parents, the way they regulate emotions, end up affecting children. We need to be aware that brain development and mental health are the result of our interactions. When caregivers or teachers interact with children, they are impacting their brains. This, in essence, is how love becomes flesh, says author Louis Cozolino in his book “Neuroscience of Human Relations,” (W. W. Norton & Company; Second edition, 2014)

Childhood adversities, including neglect, and physical, verbal or emotional abuse, affect the child’s acquisition of skills, their social competence, and their capacity to respond empathically. And, what is worse is that studies have consistently found that any form of physical punishment is associated with future violence against caregivers, siblings, peers, and partners. However, researchers also found that children’s aggression was reduced by stopping harsh discipline.

When a child is born, he or she is equipped to naturally experience concern for another. But, as researchers have shown, deprived children or children exposed to any form of child abuse or trauma, have problems experiencing empathy or even recognizing emotions different from anger, which is a response typical of the fight-or-flight response to stress (resulting from the activation of the amygdala in the brain).

It’s therefore essential to set up policies in place to address the need for parenting education for all caregivers, as an effective child abuse preventative strategy.