Nos mueve la necesidad de conectarnos

Apartes del  nuevo libro de Silvia Casabianca, Homo Amandi: Evolución Consciente del Miedo a la Solidaridad.

Algún día cuando hayamos dominado los vientos, las olas, las mareas y la gravedad, aprenderemos a utilizar las energías del amor. Entonces por segunda vez en la historia del mundo, la humanidad habrá descubierto el fuego.  Teilhard de Chardin

Viejita

A pesar de las palabras de odio terribles que se leen en los comentarios de los artículos de prensa y twitters (exes?), a pesar de lo candentes y hasta destructivos que se vuelven los debates políticos, a pesar de las múltiples guerras contemporáneas y de

que muchos medios se inclinan a dar más espacio a las  historias de abuso, corrupción y disputas, a pesar de todo, veo a diario seres humanos embarcados como yo en una misma

búsqueda… y la búsqueda es la del amor. Nos mueve una necesidad de conectarnos, de sabernos parte del todo. Si no somos conscientes de ello, al menos intuimos en lo más profundo de nuestro ser que somos seres sociales, que necesitamos vínculos; queremos ser amados, sentirnos necesitados y útiles, sabernos protegidos, apoyados, parte de una tribu.

En 1943, el psicólogo Abraham Maslow[1] planteó una teoría de la motivación humana con una jerarquía de necesidades que debiera satisfacerse en una cierta secuencia, empezando por las básicas que nos garantizan la supervivencia, para poder seguir avanzando hacia la autorrealización. Propuso que cuando el déficit en una de esas jerarquías ha sido más o menos satisfecho, nuestras actividades se dirigen hacia la satisfacción del siguiente grupo de necesidades. En últimas, según Maslow, satisfacemos nuestras necesidades no tanto porque nos haga falta algo sino porque, siguiendo un impulso innato, queremos crecer.

Una vez nuestras necesidades fisiológicas y de seguridad están más o menos satisfechas, procedemos a suplir las necesidades sociales de amor y pertenencia, lo cual explicaría por qué se forman familias, por qué tanta gente busca ser miembro de una iglesia, afiliarse a un partido político, un club o un equipo deportivo e incluso una “ganga”.

Maslow no presentó evidencia empírica de su teoría y en psicología se considera su modelo a veces muy lineal. Sin embargo, muchos estudios realizados con mamíferos, desde pequeñas ratas hasta los humanos, sugieren que nuestro bienestar depende significativamente de nuestro entorno y que sufrimos cuando nuestros vínculos son amenazados o truncados. Es abundante la evidencia de que estamos condicionados para conectar con otros.

Cuando somos rechazados por parte de un grupo social, cuando somos víctimas del bullying o perdemos a un ser querido, sufrimos lo que se conoce como dolor social, lo que nos demuestra que las conexiones entre humanos no son opcionales o fortuitas, sino que existe una necesidad esencial dictada por razones adaptativas, de crear vínculos.

Los psicólogos Roy Baumeister and Mark Leary[2] analizan las razones que prueban que tenemos una necesidad psicológica de pertenencia. Sentirnos conectados y formar vínculos afectivos es una demanda adaptativa, dicen los autores. Esta necesidad se pone de manifiesto desde la infancia cuando los bebés buscan espontáneamente formar apegos.

Los autores basan su hipótesis en varias observaciones:

  • Una vez que una relación se establece, las personas son reacias a romperlas incluso cuando existe tensión, conflicto o incluso abuso. O sea, la gente prefiere evitar la separación, aunque haya que pagar un alto costo emocional.
  • Cuando nos sentimos cercanos a otros, nuestros pensamientos se adaptan y empezamos a incluir aspectos del otro en nuestro concepto de nosotros mismos hasta llegar a sentir que nuestros destinos están entrelazados.
  • Las relaciones cargan un peso emocional significativo: estamos felices cuando las cosas van bien; tendemos a sentirnos miserables, ansiosos, celosos, cuando hay conflicto.
  • Cuando no estamos en una relación cercana con otros, sufrimos.
  • Las estadísticas nos muestran que quienes sostienen una relación de parejase mantienen más saludables, menos estresadas y tienen una expectativa de vida más larga.
  • Las separaciones, incluso si son breves, producen malestar y tristeza.
  • La gente prefiere tener pocas, pero muy cercanas amistades y un número mayor de conocidos, siendo la calidad más importante que la cantidad. Esto es porque establecer un vínculo toma tiempo y requiere esfuerzo e inversión de energía. Cuando una relación se rompe, la gente tiende a buscar una nueva.

Baumeister y Leary concluyen en su estudio que los seres humanos estamos motivados por una necesidad de pertenencia, esto es, por un fuerte deseo de formar y mantener duraderos vínculos interpersonales.

Esta necesidad fue por primera vez estudiada y descrita por el psiquiatra John Bowlby[3] quien formuló la teoría del apego[4] (attachment theory) abriendo la puerta a una comprensión más profunda sobre el hecho de que somos animales sociales, pero también a entender que los primeros años de la vida de un niño son determinantes. Estudiando niños que habían sido separados de sus padres durante la Segunda Guerra mundial encontró que aquellos que fueron criados en orfanatos presentaban retrasos cognitivos, problemas para regular emociones y para relacionarse con otras personas. Los autores e investigadores contemporáneos Daniel Siegel y Helen Fisher están hoy a la vanguardia del estudio sobre el apego (ver libros recomendados).

En un bien divulgado estudio, Harry Harlow en los años 1950s diseñó “mamás” de alambre, fieltro y madera a través de las cuales se alimentaba a monos Rhesus recién nacidos. Después mantuvo a los animales en total aislamiento. El investigador concluyó que el contacto físico del crío con su madre, incluso con esa madre de alambre, era tan o más importante para su bienestar y desarrollo que la nutrición que recibía. En su laboratorio de Wisconsin, Harlow exploró la naturaleza del amor, tratando de entender cómo se formaban las relaciones entre infantes y sus madres. Probó que el amor a la madre era más de tipo emocional que fisiológico, relacionado con el cuidado que el crío recibe y que la capacidad para formar un vínculo estaba asociada con momentos críticos de la vida temprana, después de los cuales era difícil compensar por la pérdida inicial de seguridad emocional.

Daniel Siegel también ha hecho énfasisen el hecho de que los niños que desarrollan un vínculo seguro con sus padres saben que pueden acudir a ellos cuando necesitan apoyo. Esto los capacita para empatizar con otros más tarde.

Por lo que sabemos, en sus inicios, el bien colectivo, entendido como aquello de lo que se benefician todos los vecinos, era prioridad para los seres humanos y esto se ve aún en las comunidades indígenas en gran parte del mundo. Como tenemos una necesidad innata de conectarnos con otros, de sentirnos parte del grupo, la vergüenza que se deriva de cometer una acción que perjudica a la comunidad se vuelve un obstáculo para nuestra integración al grupo. Cuando se rompen las reglas y se cometen actos que atentan contra la comunidad, el miedo de convertirse en un paria y la consecuente vergüenza de saberse expuesto contribuye a corregir (a veces a ocultar) el comportamiento. El que las tribus acostumbraran aventilar en público los actos que afectaran a sus miembros, tendía a corregir conductas que no eran beneficiosas para la comunidad.

El Dr. Ed Diener es conocido como el Dr. Felicidad por más de 25 años de investigaciones en el tema del bienestar. Intrigado por el hecho de que en los Estados Unidos el incremento significativo en el ingreso no ha tenido un impacto positivo sobre el bienestar de la gente, se dedicó a estudiar qué otros factores contribuyen a una vida más satisfactoria. Diseñó un cuestionario que es utilizado por muchos terapistas. En uno de sus estudios con Martin Seligman[6], otro investigador de la Universidad de Illinois, encontró que los más contentos entre 222 estudiantes universitarios encuestados eran aquellos que mantenían vínculos estrechos con sus familias y amigos. Eran más extrovertidos y menos neuróticos. Otros estudios corroboran que la satisfacción que experimentamos está relacionada con el grado de nuestra conexión con las demás personas. Somos seres sociales y seguramente el psicoanalista Erich Fromm[7]tenía razón cuando afirmó que buscamos toda la vida vencer un sentimiento de separación y que nos enloqueceríamos si no lográramos de alguna manera unirnos con otros. Este sentimiento de separación, adquirido al nacer tanto como seres humanos y como individuos, nos lanza hacia un estado permanente de incertidumbre

Aunque tengamos ese anhelo de conectar con otros, progresivamente nos sentimos más y más separados como individuos coexistiendoen un planeta y un universo del que también nos percibimos separados. Parafraseando al autor Charles Eisenstein[8], vivimos en un mundo en que la psicología nos considera una mente que habita en un cuerpo, las religiones predican que somos almas encarnadas, la física, que somos materia y estamos determinados por fuerzas impersonales, la biología, también determinista, que somos como un robot de carne y hueso programado por genes en beneficio de un interés reproductivo y, la economía, que somos actores racionales que buscan maximizar su propio interés financiero.

Pero la nueva ciencia empieza a desmentir tan tremendo disparate. Podemos superar la consciencia de separación, la cual contribuye grandemente a crear los síntomas que afectan a la humanidad en el presente. Esa percepción de segmentación nos lastima: nos vemos separados por género, fronteras nacionales, procedencia, creencias, color de la piel, estrato social. Y los mecanismos modernos que estamos encontrando para intentar vencer nuestras distancias (Facebook, Instagram, Twitter, por ejemplo) son desde luego insuficientes si no contraproducentes.

En la conferencia The Future of Modern Love(El futuro del amor moderno) dictada en un simposio de psicoterapia (The Psychotherapy Networker, 2018), ante una audiencia de 4.000 personas, la psicoterapeuta belga Esther Perel mencionaba que la vida urbana, a la vez que ha significado una libertad individual sin precedentes, es responsable por nuestro aislamiento, nuestra desconfianza de los otros y nuestra segregación como seres humanos. La pérdida de nuestro sentido de pertenencia a una comunidad explicaría en gran parte la calidad de las relaciones de pareja modernas. Ya las relaciones no están dictadas por la tradición y las convenciones sociales, sino que sus términos son negociables. Los matrimonios han dejado de ser para la mayoría una empresa económica para convertirse en una iniciativa romántica en la que se ponen enormes expectativas. Como en la vida urbana se pierde gran parte del capital social (se disuelve la tribu), la pareja se convierte en el TODO para el otro.  Debe proveer los recursos emocionales y físicos que antes la aldea por lo regular proveía. Si la intimidad acostumbraba a ser el resultado de la convivencia, ahora el otro debe convertirse en el recurso que suple todas mis necesidades de conexión. Debe hacerme sentir que valgo y cuento y ser el remedio para mi soledad existencial, concluye Perel. Este nuevo y absorbente amor romántico es una receta para el desastre, predice la autora. Las expectativas son imposibles. Los rechazos y las rupturas son mucho más dolorosas.

[1]Maslow, A. (1954).Motivation and Personality (Motivación y Personalidad). Harper and Broth.

[2]Baumeister, R. F., & Leary, M. R. (1995).The need to belong: Desire for interpersonal attachments as a fundamental human motivation (La necesidad de pertenecer: Deseo de crear vínculos personas como una motivación humana fundamental). Psychological Bulletin, 117(3), 497-529.

[3]En 1951, Sir John Bowlby escribió una monografía para la Organización Mundial de la salud titulada Maternal Care and Mental Health (Cuidados maternos y salud mental) donde propuso que los niños pequeños necesitaban la presencia cercana y constante de su madre (o sustituto) en la cual ambos encontraran satisfacción y gozo.

[4]Los términos vínculo y apego como traducción de attachmenta veces se usan como intercambiables en español, pero el término apego es tal vez una mejor traducción en el sentido de inclinación hacia alguien o algo, mientras que el término vínculo se usa en el sentido de atadura.

[5]No uso aquí el término antisocial como patología sino como opuesto al comportamiento prosocial.

[6]Diener, E., Seligman, M. Very Happy People (Gente muy feliz)en https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/11894851

[7]Fromm publicó The Art of Loving (El arte de amar)en 1956.

[8]Eisenstein es un conferencista bien conocido en temas de ciencia y filosofía. Para saber más visite: http://www.charleseisenstein.net

De Barbielandia a…?

En una reacción tardía, comento el fenómeno Barbie redivivo gracias a la película que inundó los teatros por un par de meses en el 2023. Se calcula que la película produjo casi US$1.500 millones a través de taquilla. Me pregunto quién acude a verla, qué los motiva, qué los cautiva.

Vi por primera vez una muñeca Barbie cuando tenía unos ocho años. Me gustó su cabello rubio, su cuerpo largo y estilizado. Sé que marcó para siempre un modelo de belleza inalcanzable que me impidió verme en mi totalidad, porque se limitaba a la dimensión física, ofreciéndome un estereotipo que no admitía variaciones. A través del tiempo y debido a la presión del público que clamaba por aceptación de la diversidad, Matel produjo muñecas con diferentes tonos de piel, cabellos crespos y negros, en vez de lacios y monos, ojos rasgados… Así Matel y la cultura norteamericana logró penetrar otros mercados y extender el estereotipo. Así pusieron a soñar a las niñas con tener cuerpos que nunca tendrían y a los niños, con niñas escasas o inalcanzables. La muñeca Barbie tenía además un cierto estatus, un estilo de vida. Matel no tardó en crearle un mundo que incrementó sus ventas: casas, carros, trajes, un estilo de vida que nada tenía que ver con bienestar social, mental, o espiritual. La aspiración era tener tener tener. Bueno para el mercado que se extendía hasta globalizarse. Y así Matel fue penetrando en las mentes de los niños y las niñas con ideales de vida y aspiraciones que se alcanzaban única y exclusivamente a través de una lucha implacable por conseguir un estatus en la sociedad, dinero, fama, reconocimiento a todo costo, por cualquier medio.

En los valores de Barbie y Ken, su sonriente compañero, nunca se incluyeron expresiones de empatía o compasión. Los rodeaba la ilusión de una vida “bella”, sin enfermedad, sufrimiento, tristezas o dificultades.

Ahora viene la película: una comedia fantástica, dirigida por Greta Gerwig y escrita por Gerwig y Noah Baumbach. La película sitúa a las mujeres en el centro. Viven en casas rosas y todas ellas son profesionales… no cualquier tipo de profesionales, todas son exitosas y… todas son Barbies. Margot Robbie interpreta la Barbie principal y responde al prototipo de mujer blanca, alta, delgada, rubia. Pero las otras mujeres son una población diversa que pretende representar diferentes razas, tipos de cuerpo, identidades de género. La presidenta es una mujer negra, por ejemplo.

No hay duda de que la producción cinematográfica pretende resaltar el potencial de la mujer. Ken en cambio, es un personaje masculino que sufre como mosco en leche en medio de ese mundo femenino triunfante. Representa el mundo patriarcal y expresa una gran frustración en un mundo dominado por mujeres hasta que logra tomarse ese mundo y reimplantar el patriarcado. La película presenta una contradicción que parece no tener solución. Los dos géneros no pueden coexistir pacíficamente.

La estrategia de Barbie y sus aliadas es el socializar con los Kens y transformarlos, lo que perpetúa el estereotipo de que una de las funciones de la mujer es “emocionalizar” a sus compañeros, dulcificarlos, amansarlos. No existen modelos masculinos positivos en la película. No hay una crítica directa a una sociedad que homogeneiza y sienta metas inalcanzables de perfección y producción.

En defensa de la película he escuchado un argumento sobre la crisis existencial de Barbie, su depresión, que se convierte en punto de giro a partir del cual ella no tiene más remedio que aprender a aceptar la realidad. Mientras mantuvo su individualismo y fue no humana era plenamente feliz, se bastaba a sí misma. Pero la crisis la lleva a una decisión “terrible”: opta por convertirse en humana.

El camino de autodescubrimiento de Barbie es un camino solitario. Matel decide no ayudarla, dejarla sola a ver qué verdades descubre sobre sí misma y sobre el mundo.

Tengo amistades que defienden la película y la consideran una especie de triunfo para el feminismo. La taquilla ha sido generosa, no hay duda. Pero creo que la película plantea una visión harto superficial de la realidad humana, donde los diferentes géneros no pueden existir y la pulsión de un género por dominar a otro es inevitable. Es cierto que la película muestra el potencial de la cooperación, que es lo que en la película les permite a las Barbie recuperar el control de la casa Barbie. Lo que no se muestra, es que el conflicto central de la sociedad no es uno de género sino de clase. No hay Barbilandia que consiga, con los parámetros planteados en la película, derrotar la injusticia social.

El significado de la libertad

¿Placer o realidad?

Aprendiendo a elegir lo saludable

Qué le enseñamos a los niños sobre libertad?
Reflexiono constantemente sobre el significado de la palabra últimamente. Creo que se abusa de ella cuando no se ve contradicción entre imponer un sistema democrático en otro país y justificarlo en aras de la libertad, o cuando se firman tratados de libre comercio que arruinan la agricultura de uno de los participantes en el tratado, o cuando el mercado “libre” permite que se vendan en las tiendas productos que atentan contra la salud. Me pregunto si soy yo la que está equivocada en mi propia concepción de lo que la libertad significa, pero no puedo entender que la libertad se asocie con acciones que vayan en detrimento de otros o de uno mismo.

¿Tiene un niño “libertad” para decirle !No! a productos dañinos si no ha recibido suficiente información sobre las consecuencias de consumir ciertos productos sin valor nutricional, pero llenos de químicos, grasas, colorantes y calorías?

Por ejemplo, cuando indago por las causas de esta epidemia de obesidad que afecta a casi el 70 por ciento de los residentes de los Estados Unidos, me doy cuenta que el principal “educador” en materia de nutrición es la publicidad: los comerciales de las compañías que venden alimentos, pues tienen “libertad” para anunciar sus productos y presentarlos de manera que seduzcan al consumidor. 

“A los niños hay que darles gusto de vez en cuando”, me dicen los padres, y yo respondo, ¿cuál es la diferencia entre dejarles beber gaseosas, perjudiciales para la salud hoy, perros calientes, comidas llenas de grasa, y permitirles consumir estimulantes o drogas adictivas mañana? En ambos casos se trata del derecho al placer. El criterio es el mismo, un poquito de placer que cause daño está bien…¿Está bien?

La publicidad tiene como blanco en especial a los niños. Es común denominador que las comidas menos nutritivas y más llenas de productos químicos se vendan gracias a la publicidad más enganchadora, diseñada para seducir a los pequeños.

Es por la publicidad también que se pusieron de moda los enviciadores videojuegos, los mismos que los psicólogos encuentran sospechosamente cercanos a los simuladores con que se entrena a los soldados a matar. No puede sorprendernos entonces que los niños asesinos como los de Arkansas, Columbine, y recientemente el de la secundaria Oxford, en Michigan,  hayan practicado antes de sus tiroteos con videojuegos.

Aprendiendo a decidir qué es lo mejor para mí

El famoso psicoanalista Sigmund Freud decía que nuestras vidas estaban regidas en lo fundamental por dos fuerzas antagónicas: el principio del placer y el principio de la realidad. Si la fuerza que predomina es el principio del placer, este puede conducir a la autodestrucción, y la historia parece haber probado que estaba en lo correcto. El imperio romano, por ejemplo, sucumbió por culpa de la decadencia de sus gentes que ya no pensaban sino en la abundancia y el placer. En cambio, si predomina el principio de realidad, podremos derivar placer de actividades constructivas, un placer quizás menos intenso pero mucho más duradero.

La libertad no consiste en hacer lo que nos da la gana porque en ese caso seríamos esclavos de la gana. La libertad consiste en tener verdadera conciencia de nuestras necesidades y de las opciones que tenemos para suplir esas necesidades. Es cuando elegimos, no cuando nos dejamos influir por la moda, la publicidad o los amigos, que estamos en pleno ejercicio de la libertad.

La sociedad de consumo pone a los padres en muchos aprietos. Es difícil decir no a los pequeños cuando nos piden de regalo ese juguete o videojuego que “todos” los amiguitos recibirán como regalo en navidad. No queremos ver a nuestros hijos en desventaja, pero asumir la dosis de frustración que la vida normalmente ofrece, los hace más fuertes.

Una amiga me comentaba todas las precauciones que había tomado para evitar que su hijo cayera en las adicciones de los videos, el computador y la televisión, y cómo había estimulado la afición del niño a la lectura, enseñándolo también a comer saludablemente. Ahora que su hijo está terminando escuela media, es, según las palabras preocupadas de mi amiga, “un niño raro”. Claro, se sale del montón y eso interfiere con su socialización. Le advertí que iba a ser peor cuando fuera mayorcito, porque empiezan a entrar en juego las drogas, el alcohol y el sexo en el panorama y ella lo único que podrá hacer es confiar en que le ha enseñado a su hijo a hacer elecciones no destructivas y a resistir la presión de grupo. Con suerte, encontrará otros jóvenes como él que lo acompañen en sus sanas decisiones.

Pienso que en casos como el de la obesidad y el consumo de sustancias dañinas (comida chatarra, alcohol y drogas) no se puede hablar de libertad. Un niño de 7 años no tiene por qué saber cuáles son las consecuencias a largo plazo del consumo diario de grasas trans o de azúcar o de colorantes en los snacks que come en la escuela. A su edad no ha formado aún un sentido del futuro, las consecuencias a largo plazo de las decisiones de hoy o la mortalidad; no existen suficientes razones para sustentar sus decisiones porque vive en un mundo dominado por la tendencia al placer. A los 15 años, un joven tampoco puede medir a cabalidad la consecuencia de beber y conducir e incluso un adulto de 40 años, por tener un momento de placer, puede descartar el riesgo de acabar un matrimonio de quince años o de adquirir enfermedades de contagio sexual. ¿Podemos entonces hablar de libertad cuando se trata de conductas autodestructivas?

Así como se regulan estrictamente las profesiones, los linderos y los derechos de propiedad, podrían regularse las actividades que perjudican la salud física o mental. Pero, ¡mucho mejor que regular, es educar!

Whine the wine benefits?

By Silvia Casabianca

A few months ago, the National Institute on Alcohol Abuse and Alcoholism warned that “excessive alcohol consumption may not only influence COVID-19 susceptibility and severity, but the broad effects of the pandemic are also likely to lead to excessive alcohol consumption.”

Proving moderate alcohol use causes better heart health would be tricky, Kloner said. Ideally, it would require a large prospective study that not only randomly assigns people to a no-drinking group versus a moderate-drinking group, but that also compares different types of alcohol – red wine, white wine, beer, spirits – to determine if one really is better (American Heart Association). Photo Shutterstock.

However, there is a culture of drinking in the United States. It has become glamorous to drink at least one or two cups of wine a day. There is almost no movie or TV series where protagonists do not appear enjoying the typical drink.

By the time, some 15 years ago, Nature magazine published studies about the health benefits of drinking two glasses of wine a day, researchers thought they had solved the mystery of the “French paradox.” Why was it that the famous gourmet French cuisine didn’t clog the arteries of French people, despite the fact that its foods were so rich in saturated fats?

The answer seemed to be in the moderate consumption of wine that accompanied the meals. The two-daily-glasses-of-wine benefit came as a very nice fact that apparently clarified the mystery without having to discern other variables that promote health, including the French’s increased eating of fruits and vegetables, and their enjoy-lunch versus fast-food attitude towards food and life.

One thing that concerned me after the report was released was witnessing alcoholics, the kind who can’t exist without their two drinks a day, the kind who would never acknowledge an alcohol dependency, because they seldom get drunk, justifying the rightfulness of their drinking habits on these reports’ and claiming that some daily alcohol would be beneficial.

Referring to studies such as the one published in Nature, the American Heart Association stated that, “No direct comparison trials have been done to determine the specific effect of wine or other alcohol on the risk of developing heart disease or stroke.” Which, in other words refers to the fact that some research goes to press without previous verification.

Interestingly enough, the mentioned research results provided a convenient outlet to the overwhelmed wine industry that was not making enough profit at home or abroad. Let’s remember that France has been one of the most important sources of good wines since the 1300s and the industry’s ups and down affect its economic heart, as wine and spirits are the country’s second-largest export industry.

When you take a closer look, it is easy to find that in many cases, companies or institutions interested in having science backing up their products have no problem subsidizing research that will show health benefits of their food or beverages. In science, a well-formulated hypothesis is rather simple to prove.

Trustworthiness of research may conceivably depend on not only the collection, analysis, and interpretation of data. You might already be familiar with what biases are. Nobody is free of biases. If wanting to prove that a new food or drink or supplement is a panacea, all that is needed is to craft a good hypothesis, formulate a tinted research protocol, hire easy to influence investigators and researcher can arrive at the most favorable conclusions. I agree with those considering research should not be funded by interested parties. Research universities have struggled with the ethical dilemmas posed by receiving funds from private donors and the resulting conflict of interest. They depend on external support to pursue their endeavors, but they know the existence (or even the appearance) of such conflicts can lead to suspicion about their research results.

Conflict of interest also haunts health care professionals, especially those providing nutritional advice. It’s common among food and pharmaceutical industries to provide free samples, furnish meals during professional meetings, pay for travel to medical congresses, pay investigators for enrolling patients in clinical trials, and more.

In a world where everything has become a commodity, professionals and institutions have fallen under increasing public scrutiny.

Information about health matters never seems enough, even though it’s bountiful, and what makes it feel insufficient is not only health sciences advancing at light speed, but also that research results can be contradictory because there is always the influence of the observer’s eye.

What the American Heart Association recommends:

If you drink alcohol, do so in moderation, meaning an average of one to two drinks per day for men and no more than one drink per day for women (One drink is one 12 oz. beer, 4 oz. of wine, 1.5 oz. of 80-proof spirits, or 1 oz. of 100-proof spirits.) The American Heart Association warns that drinking more alcohol increases risks of alcoholism, high blood pressure, obesity, stroke, breast cancer, suicide, and accidents. Also, it’s not possible to predict for whom alcoholism will become a problem. Given these and other risks, the American Heart Association cautions people NOT to start drinking … if they do not already drink alcohol. Instead, consult your doctor on the benefits and risks of consuming alcohol in moderation.

La maldición de una adicción

Pasos para ayudar a un ser querido a superar una adicción

Por Silvia Casabianca

Pocas cosas más destructivas que una adicción, tanto para quien la sufre como para sus seres queridos. La adicción al alcohol, a los medicamentos, a las drogas callejeras, a la comida o al juego, todas se caracterizan por una obsesión que lleva a una persona una y otra vez a consumir una sustancia dañina, a repetir un comportamiento destructivo, y por una compulsión que le hace inevitable consumir o repetir el comportamiento aunque sea destructivo.

Tristemente, muchas personas atrapadas en una adicción se engañan a sí mismos. Está el borrachito que se dice que puede beber y funcionar sin problemas, el adicto a una droga que jura que puede controlar el consumo o dejarla en cualquier momento, el adicto al trabajo que se engaña viéndose como “muy productivo”. Todos ellos se niegan a reconocer las consecuencias y repercusiones de su adicción. Por eso es difícil ayudarlos si el tratamiento no viene de un experto. La gente que más lo quiere, los más cercanos, no deben intentar volverse terapeutas del adicto.

Pero para el familiar que agoniza viendo al ser querido derrumbarse, autodestruirse, ¿qué tipo de intervención puede ser efectiva? ¿ Cómo ayudar a un ser querido a reconocer el impacto de su comportamiento y llevarlo a reconocer que necesita ayuda? Si no hay un reconocimiento de la adicción, no hay ayuda posible.

La llamada intervención familiar inspirada en el trabajo de pastor Vernon Johnson, puede ser una de las más exitosas estrategias para ayudar y para definir límites fronterizos que benefician a toda la familia. 

Antes de intentar ayudar, es importante aceptar la posibilidad de fallar. Es importante entender que una persona con adicción al alcohol o las drogas por lo general tiene una percepción distorsionada de sí mismo, de los otros y del mundo. En ocasiones todo lo que un ser querido puede hacer es evitar caer en una relación codependiente en la cual se protege al adicto de las consecuencias de su adicción. 

Pasos a seguir:

  1. Informarse sobre la adicción que sufre el ser querido y de los recursos existentes en su área geográfica para ayudarlo.  Todos los que participen en la intervención tienen que empezar por entender mejor lo que es una adicción y sus consecuencias
  2. Encontrar ayuda. Buscar un profesional (especialista en adicciones, psicoterapeuta) o institución (una clínica especializada o un centro de rehabilitación) que pueda ayudar a planear una intervención.
  3. Formar el equipo de trabajo, reunirse, planear la intervención, definir una fecha y tener claro qué hacer si la intervención falla. 
    1. Planear. En coordinación con el grupo de expertos se planea una intervención en la que participarán las personas más cercanas al que tiene la adicción. Se mantiene en confidencialidad hasta el momento de la intervención.
    1. Fecha y sitio. Elegir un momento en que sea más probable que la persona en cuestión no esté bajo la influencia de ninguna sustancia y un sitio que no despierte sospechas o resistencias.
    1. ¿Qué hacer si quien tiene la adicción rehúsa ayuda? Cada uno de los participantes en la intervención debe tener claro de antemano qué medidas va a tomar para establecer límites, si la persona con adicción no acepta la opciones de tratamiento. 
  4. Escribir lo que se va a decir. Cada miembro del equipo aportará una anécdota donde el comportamiento de la persona le causó problemas de cualquier tipo, emocionales o financieros. La información se presentará evitando críticas o regaños y expresando los sentimientos de preocupación y cariño que motivan la intervención. Es importante mostrar empatía y comprensión. Con mucha frecuencia la persona acude a la adicción porque esta le ayuda a enfrentar otras dificultades emocionales.
  5. ReuniónToma varias semanas planear una buena intervención. Los objetivos de la reunión son dos: llevar a la persona con adicción a aceptarla y convencerlo de que necesita y debe encontrar ayuda.

Se invita a la persona con la adicción a una reunión sin decirle de qué se trata. Una vez reunidos, los presentes expresan sus preocupaciones y sentimientos. Se le presentan varias  opciones de tratamiento y se le pide que acepte una. Se le explican las consecuencias de no aceptar el tratamiento. Por ejemplo, la mamá dejará de pagar sus estudios.

  • Las opciones de tratamiento que se ofrezcan dependen de la gravedad de la adicción. Pueden ir desde acudir a Alcohólicos Anónimos hasta internarse en una clínica de rehabilitación.
  • Debe entenderse que muchas de las reacciones y respuestas de la persona con adicción son producto de la intoxicación. Por eso hay que evitar hacer la reunión cuando la persona esté bajo el efecto de una sustancia.
  • Para tener éxito con la intervención es importante lo siguiente:
    • Nombrar un coordinador del grupo que centralice información y acción
    • Compartir información
    • Ensayar la intervención
    • Anticipar las objeciones
    • Evitar la confrontación durante la reunión
    • Demandar una decisión inmediata
    • Suspender la reunión y salir del sitio si se presenta una situación violenta.
  • Seguimiento: La familia entera tiene que hacer cambios para ayudar a prevenir recaídas. Eso incluye cambiar patrones de relación, hábitos cotidianos, hacer todo aquello que contribuya a prevenir el comportamiento destructivo, incluyendo participar en grupos de apoyo, terapia familiar o individual. En necesario elaborar un plan para evitar una recaída.

Child abuse has lasting consequences


Disciplining children by physical means is still commonly accepted around the world. What many people still don’t understand is that this practice can serve as a prelude to an escalating pattern of child abuse.

Image result for child abuse

According to the United Nations, eleven percent of the world population lives in extreme poverty ­­­­–– make less than $1.90 a day––and therefore struggles to fulfill basic needs. Even though fewer people live in extreme poverty these days, almost half of the world’s population —3.4 billion people— still strives to meet their basic needs, the World Bank said in 2018.

Child abuse and neglect can result from the convergence of poverty, high levels of stress, low levels of education, and lack of parenting skills. In households where people are struggling to make ends meet, children’s basic physical, emotional, and spiritual needs are more often neglected.

Researchers have found that exposure to repeated stressors cause hormonal imbalances and activates an area in the brain called the limbic system. The mental status of the parents, the way they regulate emotions, end up affecting children. We need to be aware that brain development and mental health are the result of our interactions. When caregivers or teachers interact with children, they are impacting their brains. This, in essence, is how love becomes flesh, says author Louis Cozolino in his book “Neuroscience of Human Relations,” (W. W. Norton & Company; Second edition, 2014)

Childhood adversities, including neglect, and physical, verbal or emotional abuse, affect the child’s acquisition of skills, their social competence, and their capacity to respond empathically. And, what is worse is that studies have consistently found that any form of physical punishment is associated with future violence against caregivers, siblings, peers, and partners. However, researchers also found that children’s aggression was reduced by stopping harsh discipline.

When a child is born, he or she is equipped to naturally experience concern for another. But, as researchers have shown, deprived children or children exposed to any form of child abuse or trauma, have problems experiencing empathy or even recognizing emotions different from anger, which is a response typical of the fight-or-flight response to stress (resulting from the activation of the amygdala in the brain).

It’s therefore essential to set up policies in place to address the need for parenting education for all caregivers, as an effective child abuse preventative strategy.

Love talk

Couple communicating

Almost 25 years ago, Dr. Gary Chapman published his book The 5 Love Languages, which has become very popular. So, he proposed, we express love in different ways and if two people can’t speak the same love language, they can’t communicate, they can’t be happy, they might be in constant conflict.

However, we are not even conscious of our understanding of what love is or how we expect it to be expressed. And still, we wait for the other to share the same meaning, same perspective, and to express love the way we do.

The circumstances in which we grew up, the way we were raised, our family’s composition, our community and school, the impact of personal experiences, the media, are all factors that influence how we define love and relationships. They can affect our behavior, our feelings, our capacity to connect to another person, and even our learning processes. 

Couples’ therapist John Gottman, author of The Seven Principles for Making Marriage Work (Harmony Books, 2000), has researched, written, and taught classes on how to predict if a marriage has a future and how to work for it. Based on the systematic observation of interactions between couples, Gottman drew conclusions about what obstacles interfere with harmony in a relationship, and he made recommendations on how to establish and strengthen intimacy and know each other more deeply.

When Gottman speaks of intimacy, he focuses as much on the erotic aspect of the relationship as on the empathy and compassion the couple could experience. To encourage them, he designed “love maps,” a series of questionnaires and games that fill in the gaps of information about how we define love, and what did we learn consciously or unconsciously about how to love. Since assumptions built from former personal experiences fill these gaps, there is a need for clarification and open communication about our beliefs and expectations. Assumptions feed the individual’s doubts and fears, usually generating misunderstandings and conflict.

If we seek to be in a relationship to satisfy emotional needs—such as a need for approval, company, or acceptance—our wants will be greater than the love we could offer. In our search, we would be regressing to that first stage of life, in which love is mostly egocentric, where I love you because I need you—possessively. This is the kind of love in which I want to become part of you to complete myself. Or, I would try to control you and mold you in order to satisfy my needs. 

The alternative is getting to know each other deeply, to clarify misunderstanding, to openly express needs and wants. The more you know about the other, the more comfortable love becomes, the less conflict will arise.

Nos mueve la necesidad de conectarnos

Algún día cuando hayamos dominado los vientos, las olas, las mareas y la gravedad, aprenderemos a utilizar las energías del amor. Entonces por segunda vez en la historia del mundo, la humanidad habrá descubierto el fuego.  Teilhard de Chardin

A pesar de las palabras de odio terribles que se leen en los comentarios de los artículos de prensa y twitters, a pesar de lo candentes y hasta destructivos que se vuelven los debates políticos, a pesar de las múltiples guerras contemporáneas y de que muchos medios se inclinan a dar preferencia a historias de abusos, corrupción y disputas, a pesar de todo, veo a diario seres humanos embarcados como yo en una misma búsqueda… y la búsqueda es la del amor. Nos mueve una necesidad de conectarnos, de sabernos parte del todo. Si no somos conscientes de ello, al menos intuimos en lo más profundo de nuestro ser que somos seres sociales, que necesitamos vínculos; queremos ser amados, sentirnos necesitados y útiles, sabernos protegidos, apoyados, parte de una tribu. 

Tenemos acceso a abundante evidencia de que estamos condicionados para conectar con otros. 

Cuando somos rechazados por parte de un grupo social, cuando somos víctimas del bullying o cuando perdemos a un ser querido, sufrimos lo que se conoce como dolor social, lo que nos demuestra que las conexiones entre humanos no son opcionales o fortuitas, sino que existe una necesidad esencial dictada por razones adaptativas, de crear vínculos.

Los psicólogos Roy Baumeister and Mark Leary[2]analizaron las razones que prueban que tenemos una necesidad psicológica de pertenencia. Sentirnos conectados y formar vínculos afectivos son demandas adaptativas, dicen los autores. Estas necesidades se ponen de manifiesto desde la infancia cuando los bebés crean espontáneamente apegos. Sus hipótesis están basadas en varias observaciones: 

  • Una vez que una relación se establece, las personas son reacias a romperlas incluso cuando existe tensión, conflicto o incluso abuso. O sea, la gente prefiere evitar la separación, aunque haya que pagar un alto costo emocional. 
  • Cuando nos sentimos cercanos a otros, nuestros pensamientos se adaptan y empezamos a incluir aspectos del otro en nuestro concepto de nosotros mismos hasta llegar a sentir que nuestros destinos están entrelazados. 
  • Las relaciones cargan un peso emocional significativo: estamos felices cuando las cosas van bien; tendemos a sentirnos miserables, ansiosos, celosos, cuando hay conflicto.
  • Cuando no tenemos una relación cercana con otros, sufrimos. 
  • Las estadísticas nos muestran que quienes sostienen una relación de pareja se mantienen más saludables, menos estresados y tienen una expectativa de vida más larga. 
  • Las separaciones, incluso si son breves, producen malestar y tristeza.
  • La gente prefiere tener pocas, pero muy cercanas amistades y un número mayor de conocidos, siendo la calidad más importante que la cantidad. Esto es porque establecer un vínculo toma tiempo y requiere esfuerzo e inversión de energía. 
  • Cuando una relación se rompe, la gente tiende a buscar una nueva. 

Baumeister y Leary concluyen en su estudio que los seres humanos estamos motivados por una necesidad de pertenencia, esto es, por un fuerte deseo de formar y mantener duraderos vínculos interpersonales. 

Esta necesidad fue por primera vez estudiada y descrita por el psiquiatra John Bowlby quien formuló la teoría del apego[3](attachment theory) abriendo la puerta a una comprensión más profunda sobre el hecho de que somos animales sociales, pero también a entender que los primeros años de la vida de un niño son determinantes para su salud mental[4]. Estudiando niños que habían sido separados de sus padres durante la Segunda Guerra Mundial, Bowlby encontró que aquellos niños que habían sido criados en orfanatos presentaban retrasos cognitivos, problemas para regular emociones y dificultad para relacionarse con otras personas. 

En un bien divulgado estudio, Harry Harlow en los años 1950s diseñó “mamás” de alambre, fieltro y madera a través de las cuales se alimentaba a monos Rhesus recién nacidos. Después mantuvo a los animales en total aislamiento. El investigador concluyó que el contacto físico del crío con su madre, incluso con esa madre de alambre, era tan o más importante para su bienestar y desarrollo que la nutrición que recibía. En su laboratorio de Wisconsin, Harlow exploró la naturaleza del amor, tratando de entender cómo se formaban las relaciones entre infantes y sus madres. Probó que el amor a la madre era más de tipo emocional que fisiológico, relacionado con el cuidado que el crío recibe y que la capacidad para formar un vínculo estaba asociada con momentos críticos de la vida temprana, después de los cuales era difícil compensar por la pérdida inicial de seguridad emocional. 

Los autores e investigadores contemporáneos Daniel Siegel y Helen Fisher están hoy a la vanguardia del estudio sobre el apego (ver libros recomendados). Siegel también ha hecho énfasis en el hecho de que los niños que desarrollan un vínculo seguro con sus padres saben que pueden acudir a ellos cuando necesitan apoyo. Esto los capacita para empatizar con otros más tarde. 


[1]Maslow, A. (1954). Motivation and Personality (Motivación y Personalidad). Harper and Broth.

[2]Baumeister, R. F., & Leary, M. R. (1995).The need to belong: Desire for interpersonal attachments as a fundamental human motivation (La necesidad de pertenecer: Deseo de crear vínculos personas como una motivación humana fundamental).  Psychological Bulletin, 117(3), 497-529.

[3]En 1951, Sir John Bowlby escribió una monografía para la Organización Mundial de la salud titulada Maternal Care and Mental Health (Cuidados maternos y salud mental) donde propuso que los niños pequeños necesitaban la presencia cercana y constante de su madre (o sustituto) en la cual ambos encontraran satisfacción y gozo.

[4]Los términos vínculo y apego como traducción de attachmenta veces son intercambiables en español, pero el término apego es tal vez una mejor traducción en el sentido de inclinación hacia alguien o algo, mientras que el término vínculo se usaría para significar atadura. 

[5]No uso aquí el término antisocial como patología sino como opuesto al comportamiento prosocial. 

[6]Diener, E., Seligman, M. Very Happy People (Gente muy feliz) en https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/11894851

[7]Fromm publicó The Art of Loving (El arte de amar) en 1956.

Crianza en el amor para una nueva era

smiling girl holding gray rabbit

Además de la familia, la escuela es por supuesto uno de los sitios cruciales donde diversos factores sociales influyen sobre la maduración emocional del niño. Es también decisiva en el desarrollo de procesos cognitivos (atención, memoria, percepción y observación). Pero el impacto sobre el desarrollo emocional y social del niño es decisivo, tiene más peso en el futuro del niño, e incluso del planeta, que el aprendizaje de las matemáticas o la biología. Por eso considero esencial que las escuelas puedan crear entornos libres de ansiedad mientras también contribuyen a nutrir y satisfacer las necesidades emocionales del niño, fomentando su curiosidad, permitiendo la exploración del mundo y estimulando el dominio de sus habilidades y talentos.

El líder espiritual Osho dijo que las escuelas deberían enfocarse en enseñar el arte de vivir, el arte de morir y la meditación (además de algo de inglés, ciencias y matemáticas). También dijo:

“Una verdadera educación no te enseñará cómo competir. Te enseñará a cooperar. No te enseñará a luchar y llegar primero. Te enseñará a ser creativo, a amar, a ser feliz, sin comparar al niño con los otros. No te enseñará que puedes ser feliz solo cuando eres el primero”.

¿Estimulan las escuelas la empatía o enseñan a los niños a amar a los demás y a respetar el planeta? ¿A ser compasivo?

Los beneficios de aprender a amar se extienden más allá de uno mismo, y comienzan con el autoconocimiento y la autocompasión.

En el Arte de amar, el psicoanalista Erik Fromm habla sobre cómo, en el proceso de aprender a amar, como con cualquier otro arte, existen ciertos requisitos (disciplina, concentración, paciencia y dedicación) sin los cuales no se puede dominar el arte. ¿Qué entornos facilitan esa práctica?

¿Podríamos proporcionar a los niños un espacio seguro en la escuela donde ellos puedan examinar sus problemas relacionales y aprender a expresar sus sentimientos abiertamente? “Espacio seguro” es un término terapéutico que se refiere a un lugar y un momento en el que una persona puede sentirse cómoda y a salvo. Donde una persona puede expresarse libremente sin temor a ser juzgada, y obtener información, con la certeza de saberse escuchada y aceptada. Además, donde lo que se dice es confidencial.

Una vez creado un espacio seguro, es más fácil expresar y regular emociones. En sesiones de grupo, los estudiantes pueden poner sobre la mesa sus quejas o discutir los conflictos que existen entre ellos o entre ellos y sus maestros, y un buen facilitador les mostrará formas no confrontaciones de resolver conflictos.

La compasión se puede enseñar, y el amor se puede aprender. Y podemos ofrecer modelos de relaciones solidarias y enseñar principios de cooperación.

Es natural que los niños respondan con amor

Es importante invitar a los niños a observar las diferentes maneras en que otros experimentan el mundo para que su pensamiento deje de ser binario y sea más holístico. Ayudándoles a reflexionar sobre el impacto que sus acciones tienen en los demás, en el planeta y en sus cuerpos, les ayudamos a desarrollar consciencia de si mismos y de su conexión con el entorno.

Cuando un niño está pasando por un tiempo de confusión emocional, una de las reacciones más comunes de sus compañeros es alejarse (huir) porque no saben cómo manejar el estrés que provoca la situación. Estimular la empatía en los niños es uno de los objetivos clave de la disciplina inductiva (también llamada disciplina positiva). En este tipo de disciplina, las transgresiones sociales no son abordadas con castigo. Se le deja al niño experimentar las consecuencias naturales.

La mayoría de los educadores modernos son conscientes de que cuando se aplica un sistema de castigo y recompensa, si acaso se logra inhibir un comportamiento por medio del miedo pero cuando se castigan  las transgresiones sociales, se generan reacciones que van desde el resentimiento a el  aumento de comportamientos desafiantes.

En cambio, se puede inducir a un niño a sentir pena por la incomodidad que pudo haber causado en otro y ayudarlo a reflexionar sobre el efecto de sus acciones. Luego se puede sugerir una acción reparadora (abrazar, pedir perdón, invitar al otro a jugar) para que la vergüenza y la culpa se atenúen. El niño recordará estos comportamientos que eventualmente contribuirían a reforzar los circuitos neuronales en el cerebro que, la neurobiología nos cuenta, están alambrados para la empatía. La empatía contribuirá sin duda entonces a limitar la agresión y estimulará el comportamiento prosocial.

Parenting for a new era

smiling girl holding gray rabbit
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Besides the family, the school is one of the most crucial social factors influencing the emotional maturation of the child; therefore, it’s also decisive in the development of cognitive processes (attention, memory, perception, and observation). But schools can also have a significant impact on the emotional and social development of the child. Therefore, they must aim at creating anxiety-free environments while contributing to nurturing and gratifying the emotional needs of the child, promoting curiosity, allowing exploration, and stimulating mastery of certain skills and talents.

The spiritual leader Osho said that schools should focus on teaching the art of living, the art of dying, and meditation (in addition to some English, science, and mathematics). He also said:

“A real education will not teach you how to compete; it will teach you to cooperate. It       will not teach you to fight and come first. It will teach you to be creative, to be loving, to be blissful, without any comparison with the other. It will not teach you that you can be happy only when you are the first.”

Do schools stimulate empathy or  teach children how to love others and respect the planet? To be self-compassionate?

The benefits of learning to love extend beyond oneself, and they begin with self-knowledge, and self-compassion.

In the Art of Loving, Fromm speaks about how, in the process of learning love, as with of any other art, certain requirements exist—discipline, concentration, patience, and dedication—without which the art can’t be mastered.

Could we provide children with a safe space where to examine their relational issues and learn to express their feelings openly? “Safe space” is a therapeutic term referring to a place and moment in which a person could feel comfortable and safe. Where they could express themselves freely and gain insight, knowing that they will be listened to and accepted, and that what is said is confidential.

Once a safe space is created, it becomes easier to express and regulate emotions. In group sessions the students can to put on the table grievances or conflicts existing between them or between them and their teachers, and this gives them the opportunity to learn mature ways of solving conflict.

Compassion can be taught, and love can be learned. And we can offer models of solidary relationships and teach principles of cooperation.

It is natural for children to respond lovingly. However, it’s important to invite them to look at the different ways in which others experience the world, helping them to reflect on the impact their actions have on others, on the planet, and on their bodies.

When a child is going through some emotional turmoil, one of the most common reactions from peers is to turn away (flee) because they don’t know how to handle the stress the situation elicits. Stimulating empathy in children is one of the key objectives of inductive discipline. In this type of discipline, social transgressions are not approached with punishment. Most modern educators are aware that punishment for social transgressions engenders reactions ranging from resentment to defiant behaviors. Instead, a child could be induced to feel sorry for the discomfort he might have caused and helped to reflect on the effect his actions had on another. Then a reparative action can be suggested—hugging, asking for forgiveness, inviting the other to play—so that shame and guilt are attenuated. These behaviors would be remembered and would eventually contribute to a reinforcement of the neural circuits for empathy. The newfound empathy will then contribute to the limiting of aggression and an increase in prosocial behavior.